lunes, 29 de octubre de 2012

PRESUPUESTO 2013: Relato oficial vs. realidad


Ya con media sanción de Diputados, el proyecto de ley de presupuesto 2013 se encuentra bajo tratamiento en el Senado, donde seguramente se aprobará con mayoría oficial.
Según el proyecto de ley, nuestra economía muestra síntomas muy saludables y se prepara para crecer el año próximo un 4,4% en términos reales. Los ingresos fiscales del gobierno central crecerán un 22,7% en relación al 2012 y esto permitirá aumentar el gasto público en 16%, cerrando de este modo el año con un superávit primario de 2,5% del PIB.
Según la óptica de quienes prepararon este presupuesto, la inflación, siempre bajo el control de Moreno y compañía, no será un problema tampoco el año que viene, para el cual se prevé un incremento promedio del índice de precios al consumidor (IPC) del 11,2%, mientras que el tipo de cambio se situará en el 2013 en 5,10 pesos por cada dólar norteamericano, una verdadera "ganga" para el mago o ilusionista que lo pueda comprar.
Con este panorama tan alentador, no nos queda otro camino que tomar el rol de aguafiestas para teñir con un poco de realismo los guarismos que nos envía el Ejecutivo, en este caso, al Senado. Empecemos revisando la proyección de crecimiento económico en términos reales (4,4%) para el 2013. Sería bueno preguntarnos de qué forma podemos imaginarnos este crecimiento. Dos pilares que respaldan esta premisa son un aumento proyectado de la inversión (7,4%) y de las exportaciones (9,5%).
Tengamos ahora en cuenta que las proyecciones más optimistas pronostican un 2% de crecimiento para el cierre de este año, que, aclaremos, fue un año soñado para cualquier gobierno –soja a precio récord, combinado con tasas de interés internacionales por el piso– pero golpeado por un excesivo intervencionismo estatal, la consecuente inflación y presión tributaria que atentan contra la competitividad de nuestros productos, señales muy poco saludables e impredecibles en cuanto a la recuperación de inversiones privadas, a través de medidas arbitrarias como el cepo cambiario.
Éste es el piso sobre el cual se proyecta un crecimiento del 4,4% para el año entrante, empujado por un fuerte envión de la inversión y las exportaciones… Para tomarlo con pinzas, ¿no? Lo que sí podemos prever para el 2013, y con bastante más realismo, es un nuevo impulso de la economía orientado principalmente al consumo de corto plazo, a través del uso de políticas fiscales y monetarias expansivas por parte del gobierno, en un año electoral, algo que por supuesto no nos dice la letra del proyecto de presupuesto que acaba de enviar el Poder Ejecutivo al Congreso nacional.
Veamos ahora más detenidamente la composición del gasto proyectado para el año que viene, tomando las cifras oficiales proyectadas como fidedignas. De los 628.000 millones de pesos que el gobierno planea gastar el año próximo, un 63% es en concepto de "servicios sociales". Una primera lectura sería: "estamos en muy buenas manos: nuestro gobierno planea gastar 6,3 de cada 10 pesos en mejorar la vida de los que menos tienen, pagar las jubilaciones y en brindar una adecuada infraestructura social". Sin embargo, una lectura con un poco más de profundidad y perspectiva nos plantea otros interrogantes: ¿cómo es posible que este gobierno, que gasta desde hace varios años enormes sumas en el "bienestar de los más necesitados", nos ofrece al mismo tiempo esta situación de enorme desigualdad, pobreza e inseguridad? ¿Será hora de pensar en "cómo" gastan tanto dinero? ¿Qué garantías tienen hoy las instituciones que se encargan de controlar y auditar el gasto público? ¿No es hora de que los argentinos nos dejemos de consumir tanto palabrerío desde el atril y se realice un estudio técnico y confiable que mida los verdaderos índices de pobreza e indigencia de este país? ¿Cómo se gasta realmente el dinero público? ¿Cómo es posible que veamos todavía miles de argentinos tirados en la calle, revolviendo basura, luego de que el país creció de semejante forma en términos económicos y que las arcas del Estado se abultaron como nunca antes había sucedido?
Otro lugar destacado en la composición del gasto público proyectado por el presupuesto 2013 corresponde a los denominados "servicios económicos" (16,32%, equivalente a 102.000 millones de pesos y algunas monedas. Podemos advertir a su vez dos categorías "peso pesado" dentro de estos servicios, a saber: "energía, combustibles y minería" y "transporte", las cuales explican un 82,57% del total (porcentaje similar al proyectado para el cierre de este año).
Más aún, se espera que estos gastos, de por sí nada despreciables, sean todavía mayores a los presupuestados, tal como sucedió en el 2010 y el 2011, y como seguramente ocurrirá en el 2012, una vez que estén disponibles los datos sobre ejecución presupuestaria de cierre de este año.
Detengámonos en el trasfondo de esto. En el caso de energía, el gobierno está tomando un rol cada vez mayor para cubrir el déficit energético que enfrenta el país, producto de la desidia y la falta de anticipación y planificación en materia de política energética. Demos una vuelta más de tuerca a este razonamiento: hemos perdido el autoabastecimiento energético, nos hemos convertido en importadores netos de energía, y el gobierno, así como el sector privado, se ve obligado a desembolsar sumas siderales para cubrir esta brecha.
Argentina, en el 2011 debió importar energía por 9.000 millones de dólares y, según especialistas, se estima que este año la importación cerrará en más de 12.000 millones de dólares. ¿Nos vamos dando cuenta ahora de por qué suceden las cosas que suceden? La necesidad de divisas para cubrir la brecha energética, más las que precisamos para cumplir con el servicio de la deuda pública –siendo muy difícil tomar nuevo crédito internacional por nuestra desprolijidad y desprestigio en el exterior–, empuja hacia arriba la demanda de dólares.
Y si combinamos esto con la desconfianza de los ahorristas en el peso por la inflación, llegamos finalmente a destino: cepo cambiario y trabas a la importación de mercancías, dos "remedios" que de ninguna manera van curar a esta economía enferma. En el caso de transporte no hace falta extenderse mucho; se gastan fondos públicos en cantidades muy abultadas año tras año, por ejemplo, a través de subsidios a las empresas concesionarias de trenes, y los resultados están a la vista: un pésimo servicio y muy poco apego a las normas mínimas de seguridad vial.
Quisiera referirme por último al caso de los ingresos fiscales, pero no desde la perspectiva exitista y recaudadora que promueve el gobierno a través del presupuesto 2013, sino desde un punto de vista más amplio. La presión tributaria global –medida habitualmente como el cociente entre la recaudación total y el producto bruto interno– ha escalado en la última década en forma vertiginosa en nuestro país, principalmente a través del aumento relativo de recursos en manos de Nación y Seguridad Social (otra caja que maneja Nación en forma poco prudente y con dudosa transparencia).
Así, Argentina exhibe hoy una presión tributaria récord para el país y la región, de alrededor de 40% del PIB, es decir prácticamente el doble de la existente una década atrás. Este guarismo es exhibido por algunos apóstoles del gobierno como algo saludable: "Hemos alcanzado la presión tributaria de los países desarrollados", lo cual es cierto, pero la frase debería extenderse y terminar: "...pero lamentablemente seguimos ofreciendo los mismos bienes públicos de un país atrasado".
En suma, nos cobran el doble pero persisten déficits vergonzosos en seguridad, educación y salud. Más aún, la voracidad fiscal del Estado hace que perdamos competitividad, perjudiquemos regresivamente a aquellos que perciben bajos salarios –vía inflación y congelamiento del mínimo no imponible del impuesto a las Ganancias– y ahuyentemos la inversión. ¿Quién en su sano juicio estaría pensando en desarrollar negocios en un país con estas "reglas de juego"?
Agreguemos a este panorama la crisis crónica del federalismo fiscal, que tiene su base en la falta de cumplimiento del marco normativo vigente y en las resultantes políticas centralistas de los últimos años, lo cual ha llevado a que varias provincias y municipios hayan optado por la única salida posible: subir sus impuestos y tasas en forma abrupta en el 2012, acentuando de este modo las características distorsivas de las estructuras tributarias subnacionales (por ejemplo, a través del aumento en el impuesto a los Ingresos Brutos) y generando un efecto en cadena que se traslada, más pronto que tarde, a mayores precios al consumidor.
Por supuesto, el presupuesto nacional 2013 nos proyecta a un panorama donde todos estos temas, y tantos otros de relevancia como la inflación, el cepo cambiario, las trabas a las importaciones y sus consecuencias sobre el empleo, etcétera, son pasados totalmente inadvertidos, lo cual lo convierte en algo a lo que ya estamos acostumbrados: una herramienta engañosa, de fuerte connotación política y de muy bajo aporte para la planificación estratégica y asignación eficiente de recursos del Estado.
(*) Senador nacional por Río Negro 

Publicado en el diario Río Negro http://www.rionegro.com.ar/diario/relato-oficial-vs-realidad-994826-9539-nota.aspx 

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